El Gran Incendio

El Gran Incendio de Londres fue uno de los mayores incendios que se extendió por la parte central de la ciudad. Este incendio ocurrió desde el domingo 2 de septiembre hasta el miércoles 5 de septiembre del año 1666. Las llamas destruyeron la ciudad medieval de la City de Londres, dentro de las viejas murallas romanas. Este incendio amenazó, aunque no alcanzó el distrito aristocrático de Westminster, el Palacio de Whitehall de Charles II y la mayoría de los barrios suburbanos. Se consumieron 13.200 casas, 87 iglesias parroquiales, la Catedral de St.Paul y la mayoría de los edificios de las autoridades de la Ciudad.

El número de  muertos ocasionado por el fuego es desconocido, aunque tradicionalmente se piensa que fue un número pequeño, ya que sólo se registraron seis muertos. Este razonamiento ha sido recientemente cuestionado por considerar que las muertes de pobres y personas de clase media no estaban registradas en ningún lugar, y el calor del fuego pudo haber incinerado a muchas víctimas sin dejar restos reconocibles.

El Gran Incendio comenzó en la panadería de Thomas Farriner (o Farynor) en Pudding Lane, poco después de la medianoche del domingo 2 de septiembre, y se extendió rápidamente hacia el oeste de la ciudad de Londres (La City). El uso de las principales técnicas de apagar incendios de la época o la creación de cortafuegos por medio de la demolición, fueron retrasados debido a la indecisión del Alcalde de la ciudad (Lord Mayor of London), Sir Thomas Bloodworth. En el momento que se ordenaron las demoliciones a gran escala la noche del domingo, el viento ya había avivado en fuego en la panadería siendo ineficaces dichas medidas. El lunes el fuego avanzó hacia el norte dentro del corazón de la ciudad. El orden en las calles se rompió debido a la existencia de rumores que decían que ciertos extranjeros habían provocado el incendio. Este temor se centró en los franceses y holandeses, enemigos de Inglaterra en la Segunda Guerra Anglo-Holandesa que se encontraba en curso. Estos grupos importantes de inmigrantes se convirtieron en víctimas de linchamientos y de violencia callejera. El martes, el fuego se extendió sobre la mayor parte de la ciudad, destruyendo la Catedral de St.Paul, y llegando hasta “River Fleet (uno de los mayores ríos subterráneos de Londres)” amenazando la corte de Whitehall de Charles II, mientras que los esfuerzos coordinados de la lucha contra incendios fueron movilizados simultáneamente.

Se considera que la batalla por apagar el fuego fue ganada por dos factores: el fuerte viento del este se debilitó, y la guarnición de la Torre de Londres utilizó pólvora para crear cortafuegos eficaces y detener la propagación de las llamas hacia el este.

Los problemas sociales y económicos derivados de este desastre fueron abrumadores. La evacuación de Londres y el reasentamiento de la población en otros lugares fueron fuertemente alentadas por Charles II, quien temía una rebelión entre los refugiados. A pesar de las numerosas propuestas que hubo, Londres fue reconstruida con el mismo plan de calles que tenía antes del incendio.

LONDRES EN LA DECADA DE 1660

En la década de 1660, Londres era por mucho la ciudad más grande del Reino Unido, y se estimaba que tenía alrededor de medio millón de habitantes. Comparando a Londres con la magnificencia barroca de París, John Evelyn la llamó “Congestión de casas de madera”, y expresó su alarma por el peligro de incendio que suponía la madera y la congestión de gente. Evelyn decía que era una ciudad no planificada e improvisada, debido al crecimiento y a la expansión urbana no reglamentada de la misma. Siendo un asentamiento romano durante cuatro siglos, Londres se convirtió en una superpoblación dentro de sus murallas defensivas. Además, se empujaba hacia el exterior de dichas murallas en extramuros miserables y barrios pobres como Shoredith, Holborn y Southwark, llegando lo suficientemente lejos como para incluir a la independiente Ciudad de Westminster.

A finales del siglo XVII, la propia ciudad, la zona delimitada por la muralla y el río Támesis, era sólo una parte de Londres, cubriendo un área de unos 2,8 km2 (1,1 milla cuadrada) y acogiendo a unas 80.000 personas, una sexta parte de los habitantes de Londres. La ciudad estaba rodeada por un anillo de los suburbios interiores, donde vivían la mayoría de los londinenses. La ciudad (la City) era, al igual que ahora, el corazón comercial de la ciudad, y fue el mercado más grande y el puerto de mayor actividad en Inglaterra, dominada por el comercio y las clases manufactureras. La aristocracia rechazaba la ciudad y vivía tanto en el campo más lejos de los barrios pobres, o en el distrito exclusivo de Westminster (el moderno West End), el lugar donde estaba el palacio de Charles II en Whitehall. La gente rica prefería vivir a cierta distancia de las calles congestionadas, contaminadas e insalubres, especialmente después de la devastadora peste bubónica del año 1665.

La relación entre la ciudad y la corona era muy tensa. Durante la Guerra Civil (1642-1651), la ciudad de Londres había sido un bastión de los republicanos, y la capital rica y económicamente dinámica todavía tenía el potencial para ser una amenaza para Charles II, como ha quedado demostrado en varios levantamientos de los republicanos a principios de la década de 1960. Los magistrados de la ciudad eran de la generación que había luchado en la Guerra Civil, y podían recordar como el poder absoluto apropiado por Charles I había dado lugar a ese trauma nacional. Los magistrados estaban decididos a frustrar cualquier tendencia similar por parte de su hijo (Charles II), y cuando el Gran Incendio amenazó la ciudad, rechazaron las ofertas que Charles hizo a los soldados, así como otros recursos. Incluso en caso de emergencia, la idea de ordenar que las tropas reales entraran dentro de la ciudad suponía una dinamita política. Entonces Charles dejó el mando al ineficaz Lord Mayor (Alcalde de la Ciudad), pero el fuego ya estaba fuera de control.

Peligro de incendio en la Ciudad

La ciudad era esencialmente medieval en su plan de calles, un laberinto de callejones adoquinados estrechos, sinuosos y superpoblados. Lo cierto es que ya había sufrido de varios incendios importante antes de 1666, siendo la más reciente en el año 1632. La construcción con madera y techos de paja había sido prohibida durante siglos, pero estos materiales económicos siguieron siendo utilizados. La única construcción de piedra se encontraba en el centro rico de la Ciudad, donde las mansiones de los comerciantes y agentes tenían lugares espaciosos, rodeados por el hacinamiento de parroquias más pobres, cuyos parroquianos utilizaban cada milímetro de espacio para construir lugares donde acoger a la población. Estas parroquias tenían lugares de trabajo, muchos de los cuales suponían un alto riesgo de incendio como fundiciones, herrerías o cristalerías, las cuales teóricamente eran ilegales en la Ciudad pero toleradas en la práctica. Los asentamientos humanos mezclados con estas fuentes de calor, chispas y contaminación suponían sin dura un alto riesgo de incendio. Los típicos edificios de seis o siete pisos hechos de madera, tenían áreas estrechas en los niveles bajos, pero podían maximizarse su uso invadiendo la zona de la calle en sus pisos superiores.

Los callejones estrechos, junto con estos edificios de madera que invadían la calle en sus plantas superiores, facilitaron la difusión de las llamas y obstaculizaban la detención de las mismas. Debido a la codicia de los ciudadanos y la corrupción de los magistrados, este tipo de construcciones fueron permitidas. En el año 1661, Charles II emitió una proclama prohibiendo las ventanas colgantes y estos tipos de construcción, pero dicha proclama fue ignorada por el gobierno local. Más tarde Charles advirtió en un mensaje en 1665 del riesgo de incendio debido a la estrechez de las calles y autorizó al encarcelamiento de los constructores recalcitrantes, así como la demolición de los edificios peligrosos. Este mensaje tuvo muy poco impacto.

El frente del río fue importante en el desarrollo del Gran Incendio. El Támesis ofrecía agua para la extinción de incendios y la posibilidad de escapar en barco, pero en los distritos más pobres que se encontraban a lo largo de la orilla había sótanos y tiendas que tenían elementos combustibles que incrementaban el riesgo de incendio. A lo largo de los embarcaderos, las casas de madera y las chozas de los pobres suponían elementos muy inflamables.

Sistemas contra-incendios del siglo XVII

Los incendios eran comunes en la abarrotada ciudad hecha de madera con sus chimeneas, velas, hornos y almacenes de combustibles. No había policía o departamento de bomberos a quien poder llamar, pero la milicia local de Londres, conocida como las “Bandas Entrenadas”, estaban en un principio disponibles para emergencias generales, y encargarse de los incendios era uno de sus deberes patrullando las calles durante las noches. Existían procedimientos comunitarios para hacer frente a los incendios, y por lo general eran eficaces.

Los ciudadanos eran alertados de un incendio peligroso en una casa con un estruendo sordo de las campanas de la iglesia, y se congregaban a toda prisa para combatir el fuego.

Los métodos disponibles eran la demolición y el agua. Por ley, la torre de la iglesia de cada parroquia tenía que tener equipo para poder realizar estos esfuerzos con cosas como escaleras largas, cubos de cuero, ejes o una especie de anzuelo para poder derribar edificios.

A veces, los edificios más altos eran arrasados y derribados de forma rápida y eficaz por medio de explosiones de pólvora. Esta forma drástica de construir cortafuegos fue muy utilizada al final del Gran Incendio, e historiadores modernos creen que fue lo que finalmente consiguió apagarlo.

Fracasos en la lucha contra el fuego

El Puente de Londres, la única conexión física entre la ciudad y la orilla sur del río Támesis, estaba cubierto de casas y fue señalada como una trampa mortal en el incendio del año 1632. Al amanecer del domingo, las casas del puente estaban ardiendo, y Samuel Pepys, observando las llamas desde la Torre de Londres, registró una gran preocupación por sus amigos que vivían en el puente. Hubo el temor de que las llamas cruzarían el Puente de Londres amenazando al municipio de Southwark, en la orilla sur, pero este peligro fue evitado abriendo un espacio entre los edificios del puente a modo de cortafuegos. Las murallas romanas de 5,5 metros de alto que encerraban la Ciudad ponían en riesgo a los ciudadanos de ser encerrados dentro de un infierno. Una vez que el frente del río estaba en llamas, la vía de evacuación por barco era imposible, quedando como única salida las puertas de la muralla. Durante los primeros dos días, pocas personas tenían la intención huir de la Ciudad en llamas, y se dedicaban a llevar sus pertenencias a lugares seguros cercanos, en muchos casos la iglesia o el recinto de la Catedral de St.Paul, con la intención de volver a sus hogares unas horas más tarde. Hay quienes trasladaron sus pertenencias cuatro o cinco veces en un solo día. La percepción de la necesidad de ir más allá de las murallas sólo echó raíces en la tarde del lunes, y entonces hubo escenas de pánico en las estrechas puertas, así como refugiados angustiados tratando de sacar sus carros y caballos.

El factor crucial que frustró a los esfuerzos contra-incendios fue la estrechez de las calles. Incluso en circunstancias normales, la combinación de carros y peatones provocaban numerosos atascos de tráfico e incluso la paralización del mismo. Durante el incendio, los pasos estaban bloqueados por refugiados que acampaban allí junto con sus pertenencias rescatadas, o había constante paso de gente, por lo que los equipos de demolición y los equipos de bomberos lucharon en vano para moverse por esos pasos.

La demolición de las casas que se encontraban en la zona contraria de donde venía el viento se solía hacer con ganchos o con explosivos, obteniendo resultados efectivos para la contención del incendio.

Esta vez, sin embargo, la demolición fue retrasada fatalmente varias horas por la falta de liderazgo del Alcalde y el fallo al no dar las órdenes necesarias. El fuego  había devorado muchas casas, y los trabajadores de las demoliciones no podían alcanzar la zona con esas calles abarrotadas.

El uso del agua para extinguir el fuego también fue bastante frustrante. En principio, había agua disponible por un sistema de tuberías que suministraban a 30.000 viviendas a través de una torre alta de agua en Cornhill, la cual se llenaba con agua del río. A menudo era posible abrir una tubería cerca de un edificio en llamas y conectarlo a una manguera para apagar un incendio o rellenar cubos. Además, Pudding Lane estaba cerca del río. Teóricamente, todos los callejones desde el río hasta la panadería y los edificios colindantes podían haber sido ocupados por dos filas de bomberos que podían haberse pasado cubos llenos de agua. Pero esto no sucedió, o al menos esto no estaba ocurriendo cuando Pepys observó el fuego desde el río a media mañana del domingo. Pepys comenta en su diario que nadie trataba de apagar ese fuego, y en vez de ello la gente huía de miedo llevándose todas sus cosas. Las llamas se movieron sigilosamente hacia el frente del río y pronto se quemaron los almacenes a lo largo de los muelles. El incendio resultante, no sólo cortó a los bomberos el suministro inmediato del agua desde el río, sino que también prendió fuego a las ruedas de agua que había debajo del Puente de Londres las cuales bombeaban agua a la torre del agua de Cornhill. El acceso directo al río y el suministro de agua corriente fallaron al mismo tiempo.

Londres poseía tecnología avanzada para la extinción de incendios en forma de camiones de bomberos, los cuales fueron usados en los anteriores incendios a gran escala. Sin embargo, a diferencia de los útiles ganchos para derribar edificios, los grandes sistemas de bombeo rara vez eran flexibles o lo suficientemente funcional para que fueran realmente útiles en algunas situaciones. Sólo algunas de esas bombas tenían ruedas, y otras estaban montadas en una especie de trineos. Tenían que ser trasladadas durante un largo camino, por lo que muchas veces llegaban tarde, y las mangueras tenían limitado el alcance. En esta ocasión, hubo un número desconocido de camiones de bomberos, tanto con ruedas como sin ellas, que llegaron hasta la ciudad. El agua corriente que podía haberse utilizado falló, aunque todavía había partes de la orilla del río que podía alcanzarse. Como los hombres trataban desesperadamente maniobras los camiones hasta el río para llenar los depósitos, varios de esos camiones cayeron al río. El calor de las llamas era demasiado grande como para acercar los camiones demasiado, por lo que los camiones ni siquiera pudieron entrar en Pudding Lane.

DESARROLLO DEL FUEGO

La experiencia personal de muchos londinenses durante el incendio se puede ver en ciertas cartas y memorias. Los dos cronistas más famosos de la Restauración, Samuel Pepys (1633-1703) y John Evelyn (1620-1706), registraron los sucesos y sus propias reacciones día a día, e hicieron grandes esfuerzos para mantenerse informados de lo que estaba ocurriendo en toda la ciudad, e incluso más allá. Por ejemplo, ambos se desplazaron al parque Moorfields en la zona del norte de la ciudad el miércoles – el cuarto día- para ver el campamento de refugiados, algo que les conmocionó. Sus diarios son las fuentes más importantes de todos los relatos modernos de la catástrofe. Los libros más recientes sobre el fuego, hechos por Tinniswood (2003) y Hanson (2001), también dependen de las breves memorias de William Taswell (1651-82), quien era un niño de 14 años del Colegio Westminster en el año 1666.

Después de dos veranos lluviosos en 1664 y 1665, Londres tuvo una excepcional sequía desde noviembre de 1665, y los edificios de madera fueron yesca después del largo y caluroso verano de 1666. El incendio de la panadería en Pudding Lane se propagó primero hacia el oeste, avivado por un vendaval oriental.

Domingo

El incendio comenzó en la panadería de Thomas Farriner en Pudding Lane, poco después de la medianoche del domingo, 2 de septiembre. La familia se encontraba atrapada en el piso superior, pero logró llegar hasta la casa vecina por medio de una ventana, a excepción de una sirvienta que estaba demasiado asustada como para intentar pasar por esa ventana, y se convirtió en la primera víctima. Los vecinos trataron de ayudar y apagar el incendio.

Después de una hora llegaron los aguaciles y consideraron que sería mejor que las casas colindantes fueran demolidas, y así evitar la propagación. Los propietarios de esas casas protestaron, y se convocó al Alcalde, Sir Thomas Bloodworth, quien era el que tenía la autoridad. Cuando el alcalde llegó, las llamas ya estaban consumiendo las casas colindantes, así como los almacenes de papel y tiendas de productos inflamables que había cerca del río. Los bomberos más experimentados clamaron por la demolición, pero el alcalde se negó, argumentando que la mayoría de las casas o locales eran alquilados y los propietarios no se encontraban allí.

Por lo general se pensaba que Sir Bloodworth fue nombrado para el cargo de Alcalde como “Yes Man (Ayudante)” más que como una persona con capacidades para un trabajo como ese, ya que le entró el pánico cuando se enfrentó a este tipo de emergencia repentina. Después de que la ciudad fuera destruida, Samuel Pepys, mirando hacia atrás en los hechos, escribió en su diario el 7 de septiembre de 1666 que la gente, en general, lloraba por la estupidez del señor alcalde.

En la mañana del domingo, Pepys, quien fue un alto funcionario de la Oficina de la Marina, subió a la Torre de Londres para ver el fuego desde una torreta, y registró en su diario que el viento del este había cambiado hacia el incendio. Se habían quemado varias iglesias, unas 300 casas y el fuego ya había alcanzado el río. Las casas del Puente de Londres estaban ardiendo. Cogiendo un barco para inspeccionar la destrucción en los alrededores de Pudding Lane, Pepys describió un fuego “lamentable”, donde todo el mundo trababa de sacar sus bienes, y los arrojaba al río. La gente pobre permanecía en sus casas hasta que el fuego llegaba a tocarles, y corrían hacia los barcos, o trepaban por unas escaleras por una parte del agua hacia la otra.

Pepys continuó hacia el oeste por el río a la corte de Whitehall, “donde la gente venía hacia mí, y les daba cuenta de la consternación de todos, siendo estas palabras llevadas hasta el rey. Así que fui llamado, y les conté al rey y al duque de York todo lo que había visto, y a menos que el rey no mandara derribar casas nada podría parar el fuego. Parecían muy preocupados, y el rey me mandó que fuera hasta el Alcalde en nombre de él, y ordenó que no escatimara en casa y que las derribara”. El hermano de Charles, el duque de York James, ofreció el uso de la Guardia Real para ayudar en la extinción del incendio.

Una  milla al oeste de Pudding Lane, por las escaleras de Westminster, el joven William Taswell, un estudiante que se había escapado del servicio de la mañana en la Abadía de Westminster, vio algunos refugiados llegando en barcazas, sin ropas y cubiertos sólo por algunas mantas. Los servicios de las barcazas resultaron ser, de repente, extremadamente caras, y únicamente los refugiados más afortunados podían asegurarse una plaza en dichas barcazas.

El fuego se extendió rápidamente en la dirección del viento. A media mañana del domingo, la gente dejó de intentar extinguir el fuego y huyeron. El movimiento de esa gente y todos sus bultos hacían imposible que los bomberos se acercaran con sus carruajes. Pepys tomó un coche para volver a la ciudad desde Whitehall, pero únicamente llegó hasta la catedral de St. Paul donde salió caminando.

En ese momento vio carretillas con mercancías y muchos peatones agobiados en un lugar todavía lejos del fuego. Las iglesias parroquiales que no estaban directamente amenazadas se iban llenando de muebles y objetos de valor, los cuales tendrían que trasladarse después más lejos. Pepys encontró al alcalde Bloodworth intentando coordinar los esfuerzos de lucha contra incendios al borde del colapso, “como una mujer desmayándose”, gritando lastimeramente en respuesta al mensaje del rey de derribar las casas. “Pero el fuego nos alcanza tan rápido que no tenemos tiempo de derribarlas”. Aferrándose a su dignidad cívica, el alcalde rechazó la oferta que James, el duque de York, sobre los soldados y se fue a casa a dormir. El rey Charles II navegó desde Whitehall en la barcaza real para inspeccionar la escena. Se encontró que las casas todavía no habían sido derribadas, y audazmente hizo caso omiso de la autoridad de Bloodworth ordenando la demolición de toda la parte oeste de la zona del fuego. El retraso hizo que esta orden fuera inútil, ya que el fuego estaba fuera de control.

Por la tarde del domingo, 18 horas después de que dieran la alarma en Ludding Lane, el fuego se había convertido en una gran tormenta de fuego, la cual creó su propio tiempo o atmósfera. Una enorme eclosión de aire caliente sobre las llamas fue impulsada por un efecto de chimenea y ciertas construcciones redujeron las corrientes de aire dejando cierto vacío a nivel del suelo. El resultado de estos fuertes vientos hacia el interior no tendió a apagar el fuego, como podría pensarse, sino que esto aportó oxígeno fresco a las llamas, y la turbulencia creada por la eclosión hizo que el viento girara tanto hacia el norte como hacia el sur, direcciones del vendaval por donde todavía continuaba soplando.

Por la tarde, con su esposa y algunos amigos, Pepys se acercó otra vez por el río “¡y el fuego todavía sigue incrementándose!”. Ordenaron al barquero que fuera tan cerca del fuego como pudiera, aunque una parte del río estaba llena de una lluvia de gotas de fuego. Cuando esas gotas de fuego eran insoportables, el grupo se dirigió a una cervecería en la orilla sur y se quedaron allí hasta el anochecer pudiendo ver el fuego del Puente de Londres y el otro lado del río. 

Lunes

Al amanecer del lunes 3 de septiembre, el fuego se expandió principalmente hacia el norte y oeste, y la turbulencia de la tormenta de fuego empujaba las llamas de manera más fuerte que el día anterior. La propagación hacia el sur estaba detenida por el río, pero había incendiado las casas del Puente de Londres, y amenazaba con cruzar el puente y poner en peligro del municipio de Southwark, en la orilla sur del río. Pero Southwark fue preservado por un cortafuego que ya existía en el puente, un hueco entre dos edificios que ya había salvado la zona sur del Támesis en el incendio de 1632, y que ahora volvió a servir para lo mismo. El fuego se extendió hacia el norte alcanzando el corazón financiero de la ciudad. Las casas de los banqueros en la calle Lombard empezaron a arder en la tarde del lunes, lo que provocó una avalancha para conseguir monedas de oro, por lo tanto algo tan crucial para la riqueza de la ciudad y la nación tendía a desvanecerse. Varios observadores hacen hincapié en la desesperación y la impotencia que parecía apoderarse de los londinenses en este segundo día, así como la falta y escasez de esfuerzos para salvar a los ricos, o a los distritos de moda que ahora estaban amenazados por las llamas, como los edificios de Royal Exchange, la bolsa o los centros comerciales. El Royal Exchange se incendió por la tarde.

Evelyn vivía a unos 6 kilómetros fuera de la Ciudad, en Deptford, y por ello no vio las primeras etapas del desastre. El lunes, uniéndose a otras personas de las clases altas, fueron en autobús hacia Southwark para ver la visión que Pepys había visto el día anterior de la ciudad en llamas al otro lado del río. En ese momento el incendio era mayor; “toda la ciudad en llamas cerca de la orilla del río, todas las casas del Puente de Londres, todas las calles del Támesis hacia Cheapside estaban consumidas”. Al atardecer, Evelyn informó que el río estaba cubierto de barcazas y barcos sacando mercancías del lugar. Observó un gran éxodo de carros y peatones a través de las estrechas puertas de la ciudad, para llegar a los campos abiertos del norte y del este, “los cuales se esparcían en kilómetros con todo tipo de muebles, y levantaban tiendas de campaña para albergar a las personas y aquello que pudieran llevar consigo, ¡¡Oh, que espectáculo de miseria y calamidad!”.

La sospecha de que el fuego no fue accidental surgió en la ciudad. Los vientos giraban llevando chispas y partículas en combustión a largas distancias alcanzando techos de paja y madera, causando incendios en viviendas creándose el rumor de que nuevos fuegos se estaban estableciendo a propósito. Los extranjeros fueron inmediatamente tratados como sospechosos debido a la actual Segunda Guerra Anglo-Holandesa.

Como el miedo y la sospecha aumentaron el lunes, circularon rumores de una inminente invasión, y ciertos agentes secretos extranjeros fueron vistos lanzando bolas de fuego dentro de las casas, o cogiendo granadas de mano o cerillas. Hubo una oleada de violencia callejera. William Taswell vio a una multitud saquear la tienda de un pintor francés y tirar todo por el suelo, y vio horrorizado como un herrero se acercaba en la calle a un francés y le golpeaba en la cabeza con una barra de hierro. El miedo al terrorismo recibió un impulso extra con las comunicaciones y las noticias que informaban de todas las instalaciones que habían sido devoradas por el fuego. La Oficina General de Correos en la calle Threadneedle Street, por la cual pasaba todo el correo del país, se quemó en la madrugada del lunes.

El periódico “London Gazette” sólo logró poner su edición del lunes ante los locales de la imprenta antes de que esta ardiera en llamas (esta edición hablaba fundamentalmente sobre chismes de sociedad, con una pequeña nota sobre el incendio que había estallado en la mañana del domingo). Toda la nación dependía de estas comunicaciones, y el vacío que dejó se llenó de rumores. Hubo alarmas también religiosas de la renovada “Gunpowder Plots (unos atentados fallidos de asesinato contra el rey James I de Inglaterra y VI de Escocia por un grupo de católicos liderados por Robert Catesby)”. Como las sospechas aumentaron el pánico y la paranoia colectiva del lunes, tanto los Grupos Entrenados como la guardia Coldstream se centraron menos en la extinción del incendio y más en detener o rescatar de las multitudes rabiosas a los extranjeros, católicos o a cualquier persona que pudiera resultar sospechosa.

Los habitantes, especialmente los de clase alta, estaban cada vez más desesperados por retirar sus pertenencias de la Ciudad. Esto proporcionó una fuente de ingresos para la gente pobre, quienes se contrataban como porteadores o cargadores, y especialmente a los propietarios de carros y barcos. Alquilar un carro costaba un par de chelines el sábado antes del incendio, y el lunes alcanzó las 40 libras, una pequeña fortuna (equivalente a unas 4000 libras del año 2005). Aparentemente cada propietario de carro o de barco intentaba entrar dentro de la ciudad para aprovecharse de esta oportunidad, y los carros entraban a empujones por las estrechas puertas de la ciudad junto con el pánico de la gente que quería salir.

El caos en estas puertas fue tal que los magistrados ordenaron cerrar las puertas en la tarde del lunes, con la esperanza de retirar la atención de los habitantes en la salvación de sus propias posesiones y centrarla en la extinción del fuego. Esta medida precipitada no tuvo éxito y fue revocada al día siguiente.

A pesar de que el orden en las calles se rompió, sobre todo en las puertas de la ciudad, y el fuego continuó sin control, el lunes marcó el inicio de una acción organizada. Bloodworth, quien como Alcalde era responsable de la coordinación de la lucha contra-incendios, había dejado aparentemente la ciudad. Su nombre no es mencionado en ninguno de los relatos contemporáneos de los eventos del lunes. En este estado de emergencia, Charles hizo de nuevo caso omiso de las autoridades de la ciudad y puso a su hermano James, Duque de York, a cargo de las operaciones. James estableció puestos de mando en todo el perímetro del fuego, y ordenó que cualquier hombre, de las clases más bajas, que se encontrara en las calles formaría parte de los bien-pagados equipos de extinción. Tres cortesanos fueron puestos a cargo de cada puesto, con la autoridad del porpio Charles para ordenar demoliciones. Este gesto visible de la solidaridad de la Corona tuvo la intención de evitar recelos por parte de los ciudadanos sobre su responsabilidad del derribo de casas. James y sus guardias se acercaron a las calles el lunes, rescatando a extranjeros de entre las multitudes e intentando poner orden. Un testigo escribió en una carta del 8 de septiembre: “El duque de York ha ganado los corazones de las personas con su infatigable esfuerzo por ayudar y apagar el fuego”.

En la tarde del lunes, se desvanecieron las esperanzas de que las paredes de piedra del castillo de Baynard, Blackfriars, la parte occidental de la Torre de Londres, podrían contener el curso de las llamas. El histórico palacio real se consumió completamente, quemándose durante toda la noche.

Un relato contemporáneo dice que, ese día o más tarde, el rey Charles II en persona ayudó a arrojar agua a las llamas y ayudar demoliendo edificios para hacer cortafuegos.

Martes

El martes 4 de septiembre, fue el día de mayor destrucción. El puesto de mando del Duque de York en Temple Bar, tenía la intención de detener el fuego del oeste que avanzaba hacia el Palacio de Whitehall. Colocando sus bomberos desde el Puente Fleet y dirigiéndose hacia el Támesis esperaba que el River Fleet, una corriente de agua, hiciera de cortafuegos natural.

Sin embargo, en la madrugada del martes las llamas pasaron por encima del Fleet, impulsado sin cesar por el viento hacia el este y obligando a los bomberos a salir de allí. Hubo mucha consternación en el palacio ya que el fuego continuaba implacable hacia el oeste: “¡Oh, la confusión que hubo después en la corte!” Escribió Evelyn.

Por fin con un plan de trabajo, el equipo anti-incendios de James creó un gran cortafuegos en el norte de la conflagración. Este cortafuego contuvo el fuego hasta la tarde, cuando las llamas la cruzaron y comenzaron a destruir todas las tiendas de lujo de la calle de Cheapside.

Todo el mundo pensó que la Catedral de St. Paul era un refugio seguro, con sus gruesos muros de piedra y su cortafuego natural en forma de amplia plaza. El lugar se encontraba repleto de mercancías y su cripta estaba llena de objetos como libros de las librerías cercanas. Sin embargo, un enorme golpe de mala suerte hizo que el edificio estuviera cubierto de andamios de madera, debido a una restauración que estaba llevando a cabo el entonces desconocido Christopher Wren. Los andamios se quemaron el martes por la noche. El joven William Taswel, que no había ido de la escuela y se encontraba en las escaleras de Westminster a una milla de distancia, vio como las llamas se arrastraban alrededor de la catedral y el andamiaje hizo que se iniciara la quema de las vigas del techo de madera de la Catedral.

En una media hora, el techo se derretía, y los libros y papeles que se encontraban en la cripta fueron atrapadas por las llamas. La catedral se convirtió en una ruina rápidamente.

Durante el día, las llamas comenzaron a moverse desde el vecindario de Pudding Lane hacia la casa de Pepy en Seething Lane y la Torre de Londres donde había almacenes de pólvora. Después de esperar todo el día por la solicitada ayuda de la brigada de bomberos de James quien estaba muy ocupado en la zona oeste, la guarnición de la Torre tomó el asunto en sus propias manos y creó un cortafuego mediante la voladura a gran escala de varias casas cercanas, deteniendo así el avance del fuego.

Miércoles

El viento cayó en la noche del martes, y el cortafuego creado por la guarnición comenzó finalmente a surtir efecto el miércoles 5 de septiembre. Pepys recorrió toda la ciudad ardiendo y se subió al campanario de la iglesia de Barking, desde donde vio toda la ciudad destruida, “el más triste espectáculo de desolación que he visto nunca”. Había muchos incendios separados que todavía seguían vivos, pero el incendio había terminado. Pepys visitó Moorfields, un gran parque público inmediatamente al norte de la ciudad, y vio un gran campamento de gente sin hogar, además de percatarse que el precio del pan en los alrededores había duplicado su precio. Evelyn también salió a Moorfields, que se estaba convirtiendo en el principal punto de reunión para las personas sin hogar, y se horrorizó ante el número de personas que había, algunos en tiendas de campaña, otros en chozas improvisadas. Los temores por los terroristas extranjeros y por la supuesta invasión francesa y holandesa eran todavía muy altos entre las víctimas traumatizadas, y en la noche del miércoles hubo un brote de pánico general en los campamentos en Parliament Hill, Moorfields y Islington.

Una luz en el cielo sobre la calle Fleet Street comenzó una historia sobre 50.000 inmigrantes franceses y holandeses, que suponían habían ocasionado el fuego, y se dirigían hacia Moorfields para terminar lo que el fuego había comenzado: cortar las gargantas de los hombres, violar a las mujeres, y robar todas las posesiones. La multitud asustada cayó sobre todos los extranjeros que encontraban, y según Evelyn, con grandes dificultades las Bandas Entrenadas, las Tropas de la Guardia y miembros de la corte consiguieron retener a la población.

El estado de ánimo era tan inestable que Charles temía una escala completa de rebelión contra la monarquía. La producción y distribución de alimentos se había interrumpido hasta el punto de que ya no existía. Charles anunció que el suministro de pan llegaría a la ciudad todos los días, y habría mercados seguros en la periferia. Estos mercados serían mercados de compra y venta, y no como centros de distribución de ayuda por emergencia.

REPERCUSIONES

Un ejemplo de la necesidad de identificar chivos expiatorios por el fuego fue la aceptación de la confesión de un sencillo relojero francés, Robert Hubert, quien afirmó que era un agente del Papa y que había comenzado el Gran Incendio en Westminster. Más tarde modificó su relato para decir que había comenzado el incendio en la panadería de Pudding Lane. Hubert fue condenado, a pesar de ciertas dudas en sus alegaciones, y fue ahorcado en Tyburn el 28 de septiembre de 1666. Tras su muerte, se hizo evidente que había llegado a Londres dos días después de que empezara el incendio. Las acusaciones de que los católicos habían iniciado el fuego fueron utilizadas como propaganda política por los oponentes de los pro-católicos de la corte de Charles II, y mayoritariamente durante el “Popish Plot (una supuesta conspiración católica que pretendía matar al rey Charles II)” y la posterior crisis de sus reinado.

En el extranjero el Gran Incendio de Londres fue visto como un castigo divido, y Dios castigaba a los ingleses por el “Holmes´s Bonfire”, los incendios provocados en poblaciones holandesas tres semanas antes durante la Segunda Guerra Anglo-Holandesa.

En el caos y los disturbios tras el incendio, Charles II temió otra rebelión en Londres. Alentó a las personas sin hogar para que abandonaran Londres y se instalaran en otro lugar proclamando que “todas las ciudades sin ningún tipo de contradicción recibirían a aquellas personas en dificultades y les permitirían el libre ejercicio de sus oficios”. Se creó un tribunal especial de bomberos para tratar los conflictos entre inquilinos y propietarios, así como para decidir quien debía reconstruir, basado en la capacidad de pago. El tribunal se reunió desde febrero de 1667 hasta septiembre de 1672. Los casos fueron escuchados dando normalmente un veredicto en el mismo día, aunque largas disputas legales fuera de este tribunal retrasaban seriamente la reconstrucción, la cual era muy necesaria para la ciudad. Alentada por Charles, surgió la idea de realizar una reconstrucción radical. Si todo se hubiera reconstruido bajo esos planes, Londres podría haber rivalizado con Paris en su magnificencia barroca. La Corona y las autoridades municipales trataron de establecer a quien pertenecían todas esas casas y esos terrenos, a fin de negociar con sus propietarios sobre la compensación y la remodelación a gran escala que suponían esos planes, pero esta idea poco realista tuvo que ser abandonada. Las exhortaciones para conseguir obreros y medir los terrenos donde se encontraban esas casas fueron ignoradas por la gente, la cual estaba más preocupada en sobrevivir día a día, o había quienes ya habían abandonado la ciudad. Por otro lado, la escasez de mano de obra después del incendio, hizo imposible encontrar obreros para las obras.

Con las complejidades en el tema de la propiedad, ninguno de los grandes planes barrocos con plazas y avenidas pudo realizarse. No había nadie con quien negociar, y no había ninguna manera de calcular cuanta compensación debía ser pagada.

En cambio, gran parte del trazado de las antiguas calles fueron recreadas en la nueva ciudad, con mejoras en el tema de la higiene y la seguridad contra incendios, con calles más anchas, accesibles embarcaderos a los largo del Támesis, sin casas que pudieran obstruir el acceso al mismo, y lo más importante, con edificios hechos de ladrillo y piedra en vez de aquellas hechas de la madera. Los nuevos edificios públicos fueron creados en los sitios de sus predecesores, siendo quizá el más conocido la Catedral de St Paul, así como sus primos más pequeños, las 50 nuevos iglesias de Christopher Wren.

Por iniciativa de Charles se diseñó un monumento para recordar el Gran Incendio de Londres, que fue diseñado por Christopher Wren y Robert Hooke, el cual fue erigido cerca de Pudding Lane. Se trata de un monumento de 61 metros de altura conocido como “The Monument”, y es un punto de referencia importante dentro de la ciudad. En el año 1668 las acusaciones contra los católicos se añadieron a la inscripción del monumento donde podía leerse:

“Aquí con permiso del cielo, el infierno se desencadenó sobre esta ciudad protestante… el más terrible incendio de esta ciudad, iniciado y desarrollado por la traición y la malicia de la facción papista… El frenesí papista que forjó tanto horror, no se ha apagado todavía…”

Aparte de los cuatro años de reinado de James II desde 1685 hasta 1689, esta inscripción permaneció en ese sitio hasta 1830 y hasta que se aprobó el Acta de Emancipación Católica.

Otro monumento, el “Goleen Boy of Pye Corner” en Smithfield, marca el lugar donde el fuego se detuvo. Según la inscripción, el hecho de que el fuego se iniciara en Pudding Lane y se detuviera en Pye Corner era una indicación que el fuego era una prueba de la ira de Dios sobre la ciudad de Londres por el pecado de la gula.

Se cree que la Gran Peste de 1665  mató a una sexta parte de los habitantes de Londres, o sea unas 80.000 personas, y a veces se sugiere que estas epidemias de peste no volvieron a repetirse después del incendio, por lo que el fuego en realidad salvó muchas vidas a largo plazo quemando las casas insalubres llenas de ratas y pulgas que transmitían la enfermedad. Los historiadores discrepan si el fuego jugó un papel en la prevención de posteriores brotes importantes. El sitio web del Museo de Londres afirma que si había una relación, mientras que el historiador Roy Porter señala que el fuego dejó más insalubres muchas partes de Londres, los barrios de los suburbios, que eran tugurios donde no se podía ni entrar. Ciertas explicaciones epidemiológicas explican que se observó una desaparición de la enfermedad en casi todas las ciudades europeas, más o menos durante la misma época.